Mancha
Luis Guillen Cardenas
Las sabanas se enredaban en sus
brazos y piernas, las almohadas parecían aplastar su cabeza, su torso desnudo
se encontraba intacto, tan blanco. Era un joven delgado, sin un solo lunar, al
menos visible, tenía alrededor de veinticuatro años, aunque aún parecía un
adolescente, su trabajo le daba demasiado tiempo para dormir, o hacer lo que le
viniera en gana.
Abrió sus ojos, el sol golpeaba
su nariz, se levantó, lo primero que hizo fue entrar en el baño, la mayoría del
muro frontal parecía completamente cubierto por un espejo, y justo a la altura
de su cintura se encontraba un pequeño lavabo, paso rápidamente a la regadera,
pero se dio cuenta de algo al echar un breve vistazo, había una mancha.
Se posó frente a él, mirándolo,
tenía una pequeña, casi invisible, mancha, limpió el cristal, al parecer no
estaba sobre aquella superficie, sino, en su pecho. Nunca lo había visto, nunca
había estado ahí, la tocó, parecía estar adherido a su piel, tal vez un nuevo
lunar, no le dio importancia, y entró a la regadera.
El agua era fría, pasando por
todo su cuerpo, resbalando sobre su pecho y humedeciendo instantáneamente su
pelo, entre el jabón y el olor a frutas pasó el tiempo, tomó su toalla y secó
sus ojos, húmedo se cubrió con la misma, se miró al espejo, mirando de nuevo su
lunar.
El cual, ya no era un punto. Su
rostro se impactó del susto, limpiando el espejo instintivamente una y otra vez
con desesperación, la pequeña e indistinguible marca se había convertido en una
notable mancha corrida, como si al momento de mojarse hubiera cambiado de forma
y tamaño, como si fuera una especie de tinta. Puso su dedo parecía un hueco,
una pequeña perforación, al momento de tocarla con su índice, este se manchó,
esparciéndose por su mano.
— ¿Qué mierda es esto?—dijó
frente al espejo, mientras parecía que su mancha se extendía por su vientre.
Su mano derecha empezaba a
salpicarse con el movimiento, mientras que, en sus dedos izquierdos parecía
filtrarse por su cutícula, emergiendo como una especie de coagulo en su
antebrazo.
— ¡Necesito un jodido medico!— gritó
casi llorando.
Tocó la perilla, la mancha oscura
empezó a contaminarla, oxidándola y cubriendo la puerta, no había salida, ni
una sola, su antebrazo punzaba, iba creciendo, hasta que se quedó estable,
quieta, con su dedo la acarició, esta estallo cubriendo su cara, una pequeña
gota se filtró por su ojo, dejándolo ciego, se aferró a las paredes, las cuales
empezaron a ennegrecerse, ensuciarse.
El techo, cubierto por un cielo
falso empezaba a colgarse, mientras su pulso iba disminuyendo, moría, su
corazón se detenía poco a poco, dejaba de sentir el dolor, hasta que
prácticamente dejó de existir, solo una masa negra y viscosa.
— ¿Diga?, ¿en qué le podemos
ayudar?—
—Mi vecino, la casa de al lado,
hay varios gritos, como si algo le pasará. —
—Deme su dirección. —
—Madison Street 1420…—
Al llegar entraron a la casa,
tirando la puerta ante la falta de respuesta, verificaron todas las
habitaciones hasta llegar a la última, una puerta blanca entreabierta, la
jalaron, y lo encontraron, estaba ahí, tirado sobre el piso, con su piel
totalmente pálida, con una hemorragia en el cráneo, muerto.
—Traigan una bolsa, este maldito
se resbaló…—ordenó uno de los oficiales.
Su cuerpo que no debería pesar
más de 70 kilogramos, parecía pensar unos 150, se necesitaron tres hombres para
cargarlo hasta una ambulancia, aparcada en la entrada de esa casa. Lo llevaron
hasta un hospital forense, preguntaron a los vecinos sobre sus familiares, pero
al parecer se encontraba solo.
—Niñas les traje un pequeño
regalo. —dijo riendo un tipo, empujando el carrito donde se encontraba el
cadáver.—Por lo que se, su nombre era Josh, de ahí no sé nada más, firmen aquí
de recibido.—
Les entrego la tabla con un
pequeño expediente a uno de los dos hombres que se encontraban tomando café
frente a los cuerpos apilados, con amabilidad se lo entregó y se despidió,
abrieron la bolsa negra, contrastando el torso blanco del chico.
—Es tan joven, ¿de que murió?—
—Al parecer se resbaló en la
ducha y se abrió como una nuez, mira está herida. —comentó poniéndose un guante
y metiendo sus dedos en lo alto de la cabeza.
—Espera, espera, ¿Qué mierda es
esto?, ¿esta marca en el pecho?, parece hueca, mira eso, algo brilla con la
luz, como si fuera algo viscoso. —replicó poniéndose un guante de látex.—¿Qué
te parece si abrimos?—
—Buena idea. —dijó sonriendo,
mientras pasaba su escalpelo por su abdomen.
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