sábado, 2 de noviembre de 2013

El Muerto


El Muerto
Luis Guillen Cardenas


Estoy solo en la oscuridad, nadando en las penumbras, flotando en la nada, solo flotando. Estoy muerto, lo sé, no me importa en lo más mínimo, llevo tres años en esto, no puedo descender al infierno y subir al paraíso, según los santos y demonios mi misión no está completa.
— ¿Estas segura que quieres hacer esto?—
Escuche esa frase, llamó mi atención, desde hace tiempo que no escuchaba nada igual. Debería ser una señal divina, una llamada del otro mundo, una pequeña escapatoria y oportunidad de pertenecer a algún lado.
—Sí, estoy segura, quiero conocer a mi padre. —
—Entonces comencemos…—
Aquella niña era mía, era mi hija, la pequeña que había abandonado con mi fallecimiento, la luz empezaba a filtrarse como una pequeña fisura en pleno fondo negro, me acerque cauteloso y casi cegado, asome uno de mis ojos y la puede ver, sobre el suelo, pronunciando mi nombre frente a un altar, el cual tenía mi fotografía. Había otra joven, con sus ojos cerrados, tomando las manos de mi hija, invocándome.
—Si estás aquí manifiéstate, te lo ordeno, ¡Manifiéstate!—
La pequeña perforación comenzó a prolongarse, como un espejo roto, cayendo gajos de la cárcel que me aprisionaría durante toda la eternidad.
— ¡Manifiéstate, te lo pedimos!—
Las luces de aquella habitación parpadearon repetidamente, un frio palidecía sus rostros, ellas sabían que estaba acompañándolas.
—Él está aquí. —
—Papá, muéstrate, dame una señal. —
Le toque el hombro, pareció sentirlo, pero yo quería llegar más lejos que un simple escalofrió, jugué con el cabello de su amiga y le susurre al oído de manera delicada ‘Déjame entrar’.  Sus ojos se cerraron, cayó desmayada, convulsionando, mientras mi pequeña trataba de ayudarla, su alma salía de su cuerpo, dando paso a la recepción de la mía.
—Hija, estoy aquí. —
Abrí los ojos, mi nueva mirada, toque su mejilla y ella me abrazo, correspondí haciendo lo mismo, gire mi cabeza y miré las fotografías de aquel altar, al lado de mi imagen se encontraba la de mi esposa, mi esposa fallecida, al fin lo recordé, mi misión, mi ascenso o descenso.
—Ahora todo está bien…— le dije.
  Ella me miró con lágrimas en los ojos, yo tome su cabeza con mi mano derecha, acariciando su nuca, apretando mis dientes con una fuerza e ira intensa la estrelle contra el firme piso de porcelana, se quejó y empezó a gritar, tome su cuello con fuerza, apretándolo, mientras seguía golpeando su fuerza. Por el rabillo de mis ojos pude vislumbrar miles de almas, demonios o ángeles observándome y gritándome ‘Hazlo, termina, acabala’ incluso ella los podía ver, ella veía mi forma real.
Había dejado de ser su padre en el momento de mi muerte, solo quería una solución a mi soledad, solo quería compañía.
—Yo asesine a tu madre, ahora iras con ella, como una familia. —
Su rostro se ponía pálido y dejaba de manotear, el mosaico blanco se ponía escarlata y yo sonreía, dejó de respirar. Mirándome con esos ojos casi hundidos en el blanco, todo se esfumó, ni los ángeles ni los demonios estaban, mucho menos las almas, me abandonaron en este plano.
Me levante, me miré en el espejo, no era yo, solo era una adolescente con cara de maníaco, tenía una nueva oportunidad de comenzar, algo empezó a sonar, vibraba en mi cadera, era un móvil, hace tiempo que no lo veía.
— ¿Diga?—
—Hey, rápido, la fiesta va a comenzar, invita a quien quieras. —
—Vale, pero me puedes repetir la dirección. —
—Claro es a las afueras de la ciudad, cerca de una granja, puedes tomar el autobús, te estaremos esperando una cuadra antes para transportarte. —

—Ahí estaré. — corte con una mirada picara y una sonrisa macabra, tome un cuchillo que se encontraba en una mesa de por ahí cerca, mientras miles de espíritus trataban de salir de los muros, mis nuevos amigos, necesitan un cuerpo. Y yo estoy dispuesto a conseguirles un recipiente. 

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